Llega el verano y, no sé muy bien por qué, llega también la fescura, la diversión y el buenrollismo a las campañas. Es una lástima que en los fríos meses de invierno no nos lo transmitan también, pero en fin, qué se le va a hacer...
Hace poco La Primitiva lanzó su nueva campaña. De primeras, me gustó muchísimo. Es una campaña que te llega, te engancha y hace que te quedes tarareando la canción toda la tarde.
Hasta aquí genial. Pero estoy convencido que una noche, en algún lugar de España, unos amigos están cenando y uno que ha visto el spot soltará: ¿Habéis visto al última campaña de la ONCE? Es buenísima...
¿Qué? ¿La ONCE? ¿Qué pinta en esto la ONCE, si la campaña es de La Primtiva?
Fácil...
Y todo el esfuerzo que ha hecho la marca, en este caso La Primitiva, para posicionarse y llegar al consumidor se desvanece en milésimas de segundo... Es lo que pasa cuando se escoge una línea que ya escogió, hace tiempo, la competencia: que probablemente no te diferencies. Y esa campaña, tan bien ejecutada, tan fresca y divertida deja de ser sólo tuya para pasar a ser también de la competencia ¡Menuda inversión!
En mi opinión, una de las prinicipales misiones de una marca es diferenciarse. Ser único y mostrarlo. El cliente ha de saber qué es lo que hace única a la marca. No tiene sentido preocuparse sólo de que llega el mensaje, sino también de que llega quién lo emite. Si no, se puede llegar a crear una situación un poco surrealista: como mandar un ramo de flores sin tarjeta a una desconocida...
¿Qué te parece?
No hay comentarios:
Publicar un comentario